martes, 25 de diciembre de 2007

Aprendiendo

Muchas veces damos las cosas por hechas, pero no ha de ser así.
También creemos que las cosas que se presuponen no necesitan ser aclaradas, pero anoche me dí cuenta de que sí es necesario hacerlo.
Todos sabéis que no creo especialmente en la navidad, porque siempre he pensado que no se necesita marcar una fecha en el calendario para ser buenas personas o para desear paz y amor a los demás, o que (ya en otro ámbito) no es necesario esperar a un cumpleaños para hacer un regalo bonito. Tampoco suelo mandar los típicos sms felicitando las fiestas, porque intento que todos los días del año mi corazón esté lleno de los sentimientos que teóricamente reinan en estas fechas.
Pues bien, a veces eso no es suficiente.

Os contaré la historia:
Anoche, sobre las 21.30, llamó mi abuela a casa y nos dijo que no encontraba a mi abuelo. Él ya está mayor y, aunque aún sigue conduciendo, ya le ha ocurrido un par de veces que por lo visto se pierde, se bloquea y se queda en blanco.
¿La cena de Nochebuena? Me da igual... Evidentemente, yo no podía quedarme en casa esperando a que apareciera, así que de inmediato cogí el coche de mi madre y salí a buscarlo.
Mientras daba vueltas iba pensando en mucho que lo he admirado siempre, aunque nunca se lo haya dicho, y no podía evitar llorar mientras lo buscaba. Recordaba las veces que le había dicho a otras personas "Mi abuelo es el mejor", y al mismo tiempo me daba cuenta de que a él no se lo he dicho nunca.
Era completamente consciente de que había un 99,9% de posibilidades de que estuviera bien, pero sólo pensar que le podía haber pasado algo y no pudiera decirle lo que significa para mí me hacía llorar de impotencia.
Al final, después de más de dos horas buscándolo y más de 60km recorridos, apareció él solito en casa. Al menos, un final feliz.

Todo lo que pasó anoche me hizo darme cuenta de que a veces damos las cosas por hechas, como cuando damos las gracias a un camarero por traernos una fanta y, sin embargo, no lo hacemos con nuestra madre cuando ha pasado la mañana entera cocinando para nosotros. Por regla general, obviamos las cosas hacia las personas que más queremos, aunque son las que más merecen oírlas...
Somos capaces de pasar miles de horas junto a alguien, sabiendo que es una persona muy especial para nosotros, pero damos por supuesto que ya sabe que lo es. Podemos valorar en nuestro interior cada uno de los momentos que pasamos juntos y las cosas que compartimos, y sin embargo puede pasar toda una vida sin que se las hayamos agradecido...

Estoy de acuerdo contigo, Rul, en que hay cosas que se pueden decir sin palabras, sólo mirando a los ojos.
Pero a veces eso no es suficiente.
Anoche aprendí que, aunque la otra persona lo sepa, siempre hace falta decirle a alguien lo mucho que lo quieres para agradecerle realmente lo que significa para ti.
Espero no volver a dar las cosas por hechas y no perder ni una sola oportunidad de, no sólo valorar lo que tengo, sino poder hacer que las personas que me rodean sean conscientes en todo momento del valor que tienen para mí...
Como decía aquella canción: "Ni una página en blanco más"


PD: No pienso caer en el error de un agradecimiento general a través del blog. A vosotros, las personas a las que quiero, os diré uno por uno lo importantes que sois para mí.

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